MELBOURNE.- Roger Federer se regaló una nueva oportunidad, quizás la más inesperada, de luchar por su Grand Slam número 18 y ya espera en la final del Abierto de Australia a Rafael Nadal o al búlgaro Grigor Dimitrov quienes jugarán no antes de las 5.30.
Todo aquel que se sienta parte del universo tenístico desea que la final tenga los apellidos Federer-Nadal. Pensar que el español pueda triunfar hoy es lógico. No sólo su nivel de juego avala la idea, también el historial contra el búlgaro que lo pudo vencer una sóla vez de las ocho que jugaron.
Federer tumbó a su compatriota Stan Wawrinka por un trepidante 7-5, 6-3, 1-6, 4-6 y 6-3 para acceder con 35 años a otra final de un grande. “Me siento increíble. Ni en mis mejores sueños me imaginé llegar tan lejos en Australia”, celebró Federer.
Aunque acabó con algunas molestias en la ingle, el suizo aseguró que no ahorrará ni un gramo de energía en la final. “Si tengo que estar después cinco meses sin andar, no importa. Lo voy a dar todo”, afirmó. El último grande que ganó el jugador nacido en Basilea fue en Wimbledon 2012 y desde entonces perdió las tres finales que disputó.
Federer regresó con 35 años de la lesión (en los meniscos de la rodilla izquierda) más larga de su carrera. Lo hizo como número 17 del mundo y admitiendo que tenía pensando alcanzar los octavos de final, quizás los cuartos. Pero está en la final después de eliminar a tres “top ten”: Tomas Berdych, Kei Nishikori y Wawrinka.
Y ahora podría medirse en la final con Nadal, otro tenista golpeado en 2016 por una lesión de muñeca. La final soñada, una quimera hace apenas unas semanas, está a un partido de hacerse realidad. “Hace unos pocos meses estábamos inaugurando la Academia de ‘Rafa’ en Mallorca y hablamos de jugar un partido caritativo. Estábamos los dos lesionados, yo de la pierna, él de la muñeca. Recuerdo que estábamos jugando con unos júniors y diciendo: ‘esto es lo más que podemos hacer’”, bromeó un Federer que se resiste al paso del tiempo. (DPA-Especial)